(Si se llama Marrakech II… será que hubo un Marrakech I, por si no lo leíste, solo eso).
Taxi!! TAaaaaaxii!
Gritar taxi en una calle marroquí viene a ser lo mismo que gritar “soy idiota y tengo dinero”. Y volver a gritarlo es decir “toma mi dinero….que yo, soy idiota”. Por suerte me di cuenta rápido de esto (de que soy idiota) y reculé que, por muy mal que suene esta palabra, no deja ser el noble acto de saber rectificar. Yo reculo, tu reculas, ellos…pues eso.
Viajero del tiempo, próxima estación, Plaza Djemaa El Fná.
Dedique siete segundos a sacar mi lado mas chungo, ser un hombre y no un empanao con una vieja bolsa de viaje. Se ser jodidamente chungo. Bueno, no tanto. Vale, un chungo indeciso. Eso.
Se me acerca un señor, un hombre marroquí, con un bigote marroquí y en un acento marroquí, me mira y me dice:
-“jamb la jam bala jam taxi?” (Y dale con el jamón)
A lo que le digo
-“oui”. Pero un oui de tipo duro. Añado “per cuant” (que es por cuanto en el famoso francés toledano”.
He leído muchas historias acerca del regateo. Es un puto arte, forma parte de ellos, es su naturaleza. Son los mejores del mundo, ellos inventaron el comercio antaño, y nadie como ellos para negociar. Disfrutan!
De toda la vida de Alá (ala´s life), un árabe te quiere vender a un precio alto y el sabe que te esta pidiendo mas de lo que debe, pero mentir es un acto grave a los ojos de Ala, por lo que no puede permitirse, tan fácilmente, el mentirte. Ellos quieren que tu les des otro precio, una vez que lo haces, el comerciante deja de mentirte para simplemente, negociar….Que tu seas idiota ante los ojos de Ala, no significa nada. Alá castiga a los mentirosos, no a los idiotas o los listos. Y listos, son muy listos. La teoría es fácil.
Babuchas 200 dice Mohamed, babuchas 100 dices tu, babuchas 160 dice Mohamed, babuchas 150 dices tu…y en seis segundos mohamed te acaba de vender unas babuchas que cuestan 20 Dirham, por 150, que es el precio que tu le has ofrecido, por lo que la conciencia de Moha, queda en total paz.
Son muchos años de babuchas.
Pero, ay amigos! Habéis ido a dar conmigo, fulano entre los fulanos, perro viejo, el más perro de los perros. Curtido en mil batallas, no os lo voy a poner nada fácil, os haré sudar para conseguir mi excaso dinero. He venido en busca de mi silencio y nada ni nadie me va a parar. Tengo mucha calle, mucha noche, camaradas. Conmigo no se juega… si no se sabe perder.
Ahí estaba yo, mi vieja gorra negra, mis viejos vaqueros rotos y mis pelos de perdido, delante del hombre taxista Y más tranquilo que Steve Mcqueen, le pregunto:
-“Tu as un taxi?” (Tú tienes un taxi?, digo yo, ¿no?)
-Oui, oui, 40 Dirhams au centre cite ? (Me comenta el señor entre medias de muchas, muchas palabras en marroquí dichas bastante rápidas).
A mi con viejos trucos de te hablo muy rápido para ponerte nervioso. Por un momento pienso que este señor se cree que atan los perros con longanizas. Y lánzole la famosa mirada de Red Buttler en lo que el viento se llevo, para preguntarle:
-Combien de il taxi coute? (mi francés no da para mas)
-40 Dirham (me dice mientras pone cara de “parece que hace calor” o de "tengo todo el dia para decirte 40 Dhms, amigo").
-Tres bien (muy bien) le digo.
Tres bien!
Y me monto en el taxi
Pero que mierda de regateo es eso? “Tres bien?”
Por que cojones le he dicho tres bien?
Donde está el mítico “he oído 25?”…. o el “talking to me” de robert de Niro?. Pero como no le dije el “make my day” (alegrame el DIA) de Clint Eastwood.?
Bah!Tal vez porque no paraban de pasarme coches al lado, pitando y esquivándome, tal vez porque no paraba de hablar la gente, de ir venir, de correr, de frenar, acelerar, tal vez porque el hombre taxista tenia una mirada noble, o porque tenia miedo de que si le hubiese dicho 20 Dirhams, el mundo se hubiese parado y todo el mundo me hubiese señalado con el dedo, tal vez porque cuatro putos euros es lo que me cuesta en Madrid decirle a un taxista “parece que va a llover”… tal vez por lo que sea. Pero acepté.
Me puedo engañar pero mi primer regateo marrakechí, fue un puto desastre.
Maroc:1 Jorge:0. (En propia meta)
Ese hombre era entrañable. Cincuenta años, una foto de sus hijos en el viejísimo taxi mercedes, un poco de música, en su coche, supongo que el Fari de la zona, y una tranquilidad imposible en una ciudad de locos. Me encanta como este señor cuida con esmero su viejo coche. Supongo que para el, es su vida.
Me dio a entender (leo las manos), que no iríamos directos a la Medina para así poder ver el palacio. Al pasar por el palacio, lo señalo, orgulloso, presumido, y lo miro a la vez que lo hacia yo. Bonito.
Tal vez podía secuestrarme, llevarme al Sahara, robarme, violarme y descuartizarme, tal vez…
¿Y?
Llegamos a la Medina y antes de bajarme del taxi, sin darme cuenta, ya me había “enfrascado” en el segundo regateo. Un viejete me ofrecía acompañarme al Riad (hotel). Antes de que se hiciese muchas ilusiones le comente que “ merci mais, je conais le cite” (gracias pero conozco la ciudad). Por lo que el hombrecito, decidió irse.
Después de media hora andando en una ciudad donde es imposible todo y nada es posible, me rendí. Me sentía como si sueltas a un ratón desde un avión en el centro del Atlántico, completamente perdido.
Te leen la mente. Los niños en Marrakech, te leen la jodida mente. A la vez que en mi cabeza se creaba la idea de cómo demonios se ira a mi Riad, un niño de unos yo que se años, se me acerca me mira mi papel y me comenta que me puede llevar hasta el Riad.
Agotado del viaje, acepto la ayuda del joven y supongo que su propina querrá. Pero en esta ciudad de poco sirve pensar, se las saben todas. Ali me dijo se llamaba, por lo que supongo se llama de cualquier forma menos…Ali.
Andando con el chico, atento yo, veo como saluda a otro crío, que se une a nuestra marcha, para poco mas adelante saludar a un tercero que no duda en unirse a nosotros. Por un momento, me siento como el flautista de Amelia…
Los chicos se pierden, lo cual sospecho en el momento que no es más que un viejo truco para que yo piense que el Riad esta realmente difícil de encontrar y finalmente me llevan a la puerta en un callejón….sin salida.
Al darles la propina, 20 dirhams, el joven falso-Ali se indigna y me dice que son tres, que quiere mas.
A ver,
Callejón, tres contra uno, Marruecos, Alá, miradas que se cruzan, gestos con las manos, Alá, 3 > 1 … esto no tenia muy buena pinta. La búsqueda de mi silencio se encontraba perdida en un callejón donde tres chicos de unos 15 años me hablaban a la vez pidiéndome más dinero. Bruce Lee bien, pero... ¿yo? Con uno me hago, tal vez con dos... pero tres.
En ese momento recordé algo que nunca supe, y que siempre estuvo dentro de mí. Uno de esos tesoros que todos tenemos dentro, totalmente escondidos, difíciles de encontrar. Y que yo en ese momento, iba a empezar a conocer…. Aprender a sonreír.
Vivimos sumergidos en un mundo tan falso como nuestras sonrisas. Llenamos nuestras bocas de “me alegro de verte” “te echaba de menos” o “que bien que esto o lo otro” y no lo sentimos… es triste pero no lo sentimos. Eso no significa que seamos malas personas, no, ni mucho menos. Simplemente tenemos un jodido escudo ante todo, ¿escudo? ¿Qué escudo? El miedo.Vivimos con un miedo a todo y a la nada (la nada esta detrás de todo, no lo olvides). Vivimos con miedo al abismo, a la soledad, al fracaso, al grito o al llanto de un ser querido, vivimos escondidos detrás de una piedra llamada miedo. Y olvidamos preciosos tesoros tan sencillos como la sonrisa verdadera. Llegar un día en la vida a sonreír porque si, porque ese músculo que escondemos en nuestra mandíbula siente la necesidad de soltarse, y acompañado del brillo de una mirada, forman la más sincera de las sonrisas. Eso si es vida coño. Sonreír, nada como sonreír de verdad.
Y ahí estaba yo, rodeado de tres jóvenes marroquíes, en un perdido callejón de Marrakech, y recordando una frase que leí en uno de esos libros antiguos: “son amables, se amable con ellos”. Olvida las apariencias.
Y no sin dejar de agarrar con fuerza mi viejo macuto, no sin descuidar lo que en cualquier momento puede ser algo inesperado, sonrío a los chicos, y les digo no te pienso dar mas pasta, se que me entiendes y no insistas.
No fue la mejor de mis sonrisas, pero sirvió de mucho. Los chicos, evidentemente siguieron en su insistencia, pero esta vez, ya sabían que “ no había donde rascar”.
Tal vez necesitaría esa sonrisa, verdadera, para encontrar a mi amigo el silencio.
El silencio vive en la sonrisa...
La sonrisa no se fuerza, simplemente viene a ti. Todo lo demás, son cuentos para no dormir.
Como si de una película de misterio se tratase, al ir en el taxi, me dí cuenta de que todas las motos, y son muchas, llevaban los espejos metidos hacia adentro. Por un momento mi lado más idiota, que es mucho lado, pensó que seria una tradición. Hay que ser idiota. Todo tendría respuesta mas adelante y mas adelante es ahora.
Cinco de la tarde, el sol pertenece a Marrakech. Lo deben alquilar y ponerlo sobre la ciudad. Joder que calor, me río yo de Cádiz. (salgo en esa foto!)
Salgo por el largo y vacío callejón del Riad, giro a la izquierda, tomo otro largo y vacío callejón, vuelvo a girar a la derecha y… el mundo se volvió loco.
El mejor regalo que me he hecho en mucho tiempo ha sido este pequeño viaje en el tiempo. Todo tiene precio en la sociedad donde inevitablemente vivimos. Todo “ya se sabe” todo es de todos y hasta tu mente has de compartir. La televisión, tu pareja, tus padres o tus hijos viven tan dentro de ti, que es imposible no sentir desnuda tu mente. Bienvenidos al primer mundo. Ese es nuestro legado, seamos todos iguales, pensemos lo mismo.
Cuando eso no te va, cuando sigues viviendo en la Mahou de setenta pelas, y sigues recordando esa melodía del Casio Vl, blanco. Cuando tus días de niño se terminaban a las diez con las noticias de José Luis Mariñas, cuando el UHF era eso donde veías quien sabe donde…cuando todo era distinto, tú eras feliz. Ahora, todo es igual…y puedes ser feliz, pero no te pases. No gusta que te pases de feliz.
Marrakech es un regalo. No puedo, no se! escribirte una sensación tan nueva para mi. Debe ser como volar cientos de años atrás. Andas por las calles, burros que te adelantan motos que te pitan, niños que corren vendedores de todo te hablan, unos van otros vienen y tu , en medio de eso, te sientes torpe. Recuerdo cuando era niño, bajaba corriendo, volando por las calles llenas de gente del viejo Toledo. Saludaba a Juan el panadero, y me asustaba con los cangrejos de Felipe el pescadero, una señora mayor me vendía cromos de uno en uno y canicas. Y la gente iba y venia. O vivo en la luna o nada es igual, todo cambia. Ya no huelen a Tomillo las calles de Toledo...Marrakech no se escribe, se respira, se mira, se pierde, se piensa. Porque si hay algo que el tiempo no quiere que le hagas, es que viajes en el y, esta ciudad da miedo al mismísimo tiempo. Aquí tal vez, dentro de esta Medina, todo valga menos, incluso no valga nada, pero te puedes sentir mas persona que en un puto centro comercial. Detesto esos sitios, tan fríos.
Callejeas por los zocos, sombrios zocos, escondidos del sol y del tiempo, zocos donde no lo dudes, te vas a perder, quieras o no, te perderás porque no tienen principio, no tienen fin, e iras de un sonido a otro. Del olor del cuero al de las especias, de los reflejos de los miles de espejos que hay a las sombrías calles llenas de tapices. Todo se vende, todo es para ti si ofreces un buen precio. Iras de un lado a otro, huyendo de los vendedores, dando tumbos como un intruso en el pasado. Porque mis ojos, mis pelos mis labios, son del presente, y solo mi nueva sonrisa, me invita a este viaje por el tiempo.
Amigo, amigo. Te susurran al oído a todas horas. Amigo amigo. No cesan en su empeño. A cada amigo que escucho, devuelvo una sonrisa. Amigo, sonrisa, amigo sonrisa. Es el camino del silencio.
Tú me pides negocio, yo te sonrío. Tú insistes, te vuelvo a sonreír. No importa nada. Estoy bien, te regalo mi sonrisa.
Creo que perderse por un zoco en Marrakech, es una de esas cosas que hay que hacer. Dicen que todos los caminos conducen a Roma… metía yo a un Romano en un zoco. A ver si sale.
Sacar un plano en los zocos es como que un cervatillo meta su cabeza en una charca en el Serengueti para beber agua, delante de cien cocodrilos. Estas perdido. Los niños te intuyen, es rozar un plano y van a ti. Te indican lo que sea.
Un chico me preguntó qué buscaba, ¿la plaza grande? Me decía, ¿la koutoubia? Volvía a decirme. Con una sonrisa, le dije, mientras no dejaba de caminar si "había visto mi silencio".
Evidentemente me dijo que si, que le siguiese, el me llevaría a él, a mi silencio. Por un momento no supe si el chico me seguía a mi o yo a el. Andamos calles y calles, mientras el no paraba de mirarme y sonreír. Le volví a decir que no quería ir a la plaza, y el me dijo “no no, plaza no”. Finalmente, me llevo a la plaza, puso su mano, le di unas monedas, y seguí mi camino.Reconozco que agota (casi tanto como leerme), el regateo agota. Todo agota, se vive intenso. Se habla intenso. Son intensos. Te muestran babuchas, mientras te dicen “amigo babuchas babuchas” y en el momento en que ven tu cara de no quiero babuchas, bajan el tono para susurrarte “costo rico, hachis bueno, hachis amigos” y al ver tu cara de “no me cuentes tu vida Ali” vuelven a elevar la voz “amigo babucha babucha”. En ese momento sonríes, cada vez mas dulce la sonrisa, y con un hasta luego hermano, sigues tu camino. Da igual. Les da igual. Absolutamente todo les da igual! He llegado a mantener, perdido en un Zouk, la siguiente conversación.
Marrakechí: Amigo, amigo babucha, bongos, te, ¿Qué quiere amigo? ¿te? ¿Babuchas? ¿Costo rico? ¿Armani? Tallin bonito, costo, “poros” buonos, amigo amigo, ¿lámpara? Amigo, ven ven amigo.
Digo conversación porque entre sus palabras yo miraba sonreia, me hacia el sordo, el ciego, el autista, el ido. Pero da igual. Todo les da igual. Dicen, dicen, y luego…dicen. Es increíble la destreza que tienen para “modular” su voz y al pasar por las palabras costo, has, poros, o fumá, bajan el tono suavemente.
Hay algo que va mas allá de mi razón, y ese algo, en Marrakech, es…Todo.Buscando mi silencio, en un tren, junto a Ghita, encontré mi Ego. Aprendiendo a sonreír, en un zoco, me ofrecieron hasta mi alma. Te juro que por un momento pensé comprarla, estaba a mitad de precio. Barata, amigo, tu alma… barata. Pero decidí mirar otros puestos, por si la podía conseguir a mejor precio.
Sin silencio, con sonrisas para todos y amigos por todas partes, conseguí salir de los zocos. Un zumo en la plaza Dfema fna, solo pedía eso. Un zumo de naranja y un respiro.
Y llegas a la plaza y andas por la plaza y…
¿Quién eres? ¿Qué eres?. ¿Dónde has dejado tus trajes, tus horarios, discotecas, atascos, mensajes, carreras, reuniones, discusiones? ¿Dónde te has quedado? O… ¿Qué hay de ti?
Djemaa El Fná… asi suenan sus rincones cuando cae la noche.
…Santeros, encantadores de serpientes, niños, humoristas, ilusionistas, tios que bailan con una gallina en la cabeza, paseadores de monos, gitanos marroquíes que cantan e invocan a yo que coño se. Tribus, trubis y trobas! vendedores de zumos, tatuadotas de gena, brujos, predicadores (predicadoras), niños que boxean, corros y mas corros cada uno con su pequeña luz en el centro, merodeadores, muchos merodearodes… hay de todo. Es Djemaa El Fná… plaza loca.
No se han inventado las letras que definan esta plaza. Allí todo es loco. Un festín para un loco… pero el chico de la cobra, el adivino, los francesitos, los hamman, “Jorge ven” y mi silencio, son ya parte de otra historia…
3:25 a.m.
MARRAKECH II: Aprendiendo a sonreir
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MARRAKECH I: Buscando mi silencio
(Solo quien me aprecie llegará al final)
Supongo que la única forma de encontrarse a uno mismo será huyendo de los demás. Lejos. Cuando viajo con mis amigos, tarde o temprano, escuchas esas frases, “me apetece una cervecita” o “¿has visto ese culito?”, es inevitable, tienen su encanto pero son frases que lo único que hacen es recordarte que vivimos presos de algo, todos vivimos presos de algo, de lo que sea. Si con quien viajas es con tu pareja, es imposible pasar cuatro días seguidos sin escuchar un comentario acerca de su madre, su perro puchi o de tu camiseta comunista, o de no dejes la toalla ahí cariño… y si viajas con la familia, bueno yo con mi familia siempre seré Jorge, el pequeño. Eso queda para siempre… añoro esos viajes.
Mi familia se ríe de mí, pero me quiere. Se ríen, pero me quieren.
Sin saberlo, o tal vez si, Ana y Alvaro me regalaron el otro dia una bonita frase:
"...Y en mi locura he hallado mi libertad y seguridad. La libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido pues quienes nos comprenden exclavizan una parte de nuestro ser. Pero no dejeis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad, ni siquiera el ladrón encarcelado esta a salvo de otro ladrón" Khalil Gibran
Y en esas estábamos, después de la ultima patadita a mi corazón, podrido de latir, que diría Sabina, era el mejor momento de huir. En el Zanzíbar caí yo, mi gorra, mi vaso y mis latidos, mis rusos negros y mis barbas rojas. No le vuelvo a pedir a nadie que se case conmigo. Actitud.No me gusta esa frase de coger el toro por los cuernos, no jodas, que miedo, porque coño coger el toro por los cuernos pudiendo salir corriendo. Miré a los ojos del tiempo y empece a correr.
Llamé a mi contacto, llamémoslo Señor M, y serio, con mi voz entre pausada le dije lentamente:
“sácame de aquí, M”
El señor M, ese ángel de la guarda que tengo desde hace mucho tiempo, movió un par de hilos y su respuesta no se hizo esperar:
“ el mundo es tuyo”, dime.
Y a ese dime, dije
Y dije…
…Marrakech, ya.
Yo, solo busco mi silencio.
Necesitaba salir de todo esto, a veces el tiempo me atrapa, te atrapa, y sin que te des cuenta, eres preso de su trampa. Corres, corres, no dejas de correr. Trabajo, coche, metro, mensaje a el, cerveza con ella, sobrinos que te babean, sobrinos a los que babeas, trabajo, metro, pan, vinos, ducha, corres, corres, un poco mas rapido, cine, enfado, dormir, respiras, besos, vuelta al lunes, mensaje a... café, mas café, vinos…
Basta! no te dejes llevar! No! El sol sale todos los días y por mucho que lo intente, nunca va a coger a la luna. Huir, eso, "tienes que huir", mirar al tiempo, y jugar con el. Hazlo. No le temas, porque, él te teme a ti.
(Permíteme rallarme porque es gratis, el queso cuesta dinero, pero, rallarlo, no).
Una de las cosas por las que no me gusta viajar en avión es porque siempre pienso que, sencillamente, se va a caer. Llámame tonto pero todavía no termino de entender eso de que la propulsión del aire que generan los motores bla bla bla…pero pesa mucho un avión, pienso. Si caemos, de nada van a servir esos chalecos salvavidas ni esas mascarillas con oxigeno, porque si un avión se cae, se cae. Lo único que puedes hacer es besar a quien tengas a tu lado, chica o chico eso va a dar igual, vas a morir, pero mejor irse besando que gritando.
Y mi doble personalidad se frota las manos ante una situación así. Jorge vs. Jorge en pleno despegue.
Por un lado el estadístico defiende que no es posible que el avión se vaya al suelo, los datos están ahí. Los aviones no se caen. Peeeero por otro lado está mi “rara” suerte de que pasen cosas raras. Al final concluyo, mi muerte será, lo se, muy muy absurda, pero no creo que hoy fuese mi día para morir.
Y no será porque el piloto no lo esté intentando. Todas estas virguerías que esta haciendo para despegar solo tienen una explicación, le gusta una azafata y quiere impresionarla (solo sexo). Yo entiendo que si la pista de despegue esta apuntando a Lisboa y vamos a Casablanca, el hombre tendrá que “enfocar el morro”, pero hay formas y formas. Estoy tranquilo, he contado las alas del avión y tiene dos. La ultima vez que monte en un avión, me tiré de el….curioso. ¿no?
Ya en ruta pienso con los ojos cerrados y cara de orgasmo de verano, “joder me muero por un zumito de naranja”, en el mismo instante en que una azafata informa que, por motivos de una huelga, no hay servicio de catering. (“suputamadre” es una expresión instintiva que nunca podré sacar de mi cabeza cuando alguien me jode de esa manera) Pero soy o estoy aprendiendo a ser positivo, es un arte. Si he superado que una filosofa me ignore, puedo pasar sin un mísero zumo. La chica de al lado, pone muy mala cara y entre dientes se acuerda de la madre de Alá (ala´s mother). No se si se ha tranquilizado con mi comentario…
”Son peores las huelgas de los que revisan las alas del avión, mejor alas, que zumos”. Me mira raro, y murmullo “están las dos alas, las he contado”. Me mira mal. Leo mi libro, escucho mi música. Me olvido del resto. Busco mi silencio.
(No sigas leyendo, pero el tiempo terminará atrapándote).
Al aterrizar en Casablanca vi un conejo correr por la pista de vuelo (de aterrizaje, perdón), que huevos los suyos!. Era jodidamente rápido, y pensé “joder con los conejos marroquíes, son mas rápidos que los de Toledo” y valientes. Viajando solo piensas mucho. Y llegué. Nostalgia ven a mi, África, tercer continente que piso, me arrodillo, lo beso, y lo bendigo. Y viene...( bendigo, y viene)
Uno de los peligros de viajar solo es que no hay nadie que te diga, “es por aquí coño”.
Bajo del avión, veo una cola de gente y me tiro de cabeza, detrás de Vicente y su gente, paso un control y por suerte en el segundo me echan atrás uff…un tío con cara de profesor de Calculo Diferencial mírame mal y me dice “ajam la jam bala jam”. Pienso
Jamón? Que dice este de jamón?
Poco después una amable chica me explico que eso era un vuelo al Cairo. Y entonces me centro. Busco mi silencio, solo quiero encontrar mi silencio, lo necesito desesperadamente. Lejos de Brahms, lejos de ti, lejos de todo. (Toledo siempre va dentro de mí).
Hay tres cosas que últimamente me apetece mucho hacer. Una es decirle a mi madre lo mucho que la quiero, la otra es haceros llorar, y últimamente tenía unas ganas locas por tomar un café en Casablanca y decirle a un camarero:
“tócala de nuevo Sam”.
Y cuando me diga:
“excuse moi, messieur”, decirle:
“Que si has visto a Ingrid!”
y si dice:
"je ne pas comprendre, ça va?", contestar:
"cafe avec lait si vous plait".
Estoy loco, lo se, y las aspirinas no hacen efecto.
No lo hice, entre con miedo en Marruecos, son serios, imponen bastante. Sigo siendo un niño.Podía haber ido directamente a Marrakech, pero nunca sabes donde puede estar tu silencio, mi silencio. Por eso cogi un tren Casablanca- Marrakech. Bonito, viejo, usado, limpio, un tres de película.
Y sentado allí, en esa vieja estación, con mi vieja bolsa de viaje entre mis piernas, empecé a observar a la gente. Dos ancianos sentados y es que no hay estación sin ancianos. Y entro una chica joven, delgada, con estilo, y unas gafas de sol estilo francés (ay el estilo francés!). El escote también era francés. Se sentó a mi lado y con un acento francés-marroquí me pregunta la hora. Mi despiste no me deja solo nunca. Le digo la hora…la de Madrid. Me mira extrañada, y no hace mucho caso. Ya es tarde para decir “no no, no que me he equivocado” piensa que eres tonto, y punto. Una piensa que no sabes sentarte sin caerte al suelo, otra que no sabes leer un reloj, y otra te dice que no quiere casarse contigo. Y lo que quiero yo a mi sobrina…mi princesa.
Nos sentamos juntos, el uno en frente del otro, en ese viejo tren marroquí. Ella, sabia donde iba, yo, ni puta idea. Conversamos, mi voz resfriada y su voz afrancesada (fresas?). Doce años de metros y trenes en Madrid y no me habla ni el revisor, nadie, a mi no me habla nunca nadie y un tren en Marruecos…no entiendo nada. Me gusta. La chica guapa me ayudo mucho para no terminar perdido en un desierto, pero el destino quiso que ella se bajase en Rabat, y yo en Marrakech. Me pregunto que qué hacia ahí (allí), y al decirle que buscaba mi silencio, no pudo evitar bajar sus gafas de sol y mirarme cuestionándose si no llevaba una hora hablando con un pirado. Y yo solo pude poner cara de pirado…simpático.
A veces mi timidez abusa de mí. Y vino un silencio, por un momento pensé, si seria el mío, pero nada que ver. Y ella lo rompió al más estilo francés:
-“me das tu numero de teléfono o un mail por si…”
Como me gustan esos “por si”. Le pregunto su nombre y el tiempo se para:
-“Ghita” me contesta.
-“Bonito nombre”. Le comento sonriendo.
Y después de esos dos besos que Ghita dió a mi Ego,
seguí en busca de mi perdido silencio.
Y llegue a Marrakech. Bajo del tren, camino por la estacion…salgo a la calle.
Empieza la locura...
Taxi!
(esto sigue, esto...empieza)
¿sigues ahí?
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PENSANDO BAJO: Obsesiones (Brahms)
Sin más.
Sin menos.

Cuando esa idea, esa obsesión, se convierte en una persona, no, así no, cuando esa persona, o esa voz, o esa noche, o ese beso, esas palabras, esa canción, o esa meta, se convierten en obsesión, estas en un pequeño peligro, que no problema. El peligro de sentir el rechazo, o la indiferencia, el peligro de pensarte pequeño, muy pequeño (y no lo eres, porque todos somos todo esto) y entonces, tienes que quererte mucho para no pensar que eres menos que tu idea, tu obsesión. Quererse es necesario por encima de todo, pensar que cualquier cosa no puede ser alcanzada o cualquier persona puede dejarte o tenerte en cualquier momento, pero tu, siempre serás lo primero para ti. No hacerlo es ir a una guerra y recordar que te dejaste el escudo en casa, al lado de la cama. Insensato.
Obsesionarse nunca es y nunca será bueno.

Pero Brahms es tan sencillo, que todo parece mar y playa.

No la dejes respirar, no dejes que te engañe, no mires con sus ojos. Las obsesiones vienen, con respeto, se irán. ¿Cómo?
Bailando, bebiendo, cantando, corriendo, mirando más allá de ella. Así, se va una obsesión.
Tu vida es todo eso que pasa entre tu primer llanto y tu ultima sonrisa.
He soñado tantas veces que volaba…
Un salto mas.
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MIS VIEJOS GUANTES NEGROS
Sentado en el suelo, con mi cabeza apoyada en la cama, un cigarro que llena de humo mi habitación. Una música de fondo, una música más, de la mucha música más, que suena en mi habitación con la única intención de disimular mi soledad. Miro al techo, me como el techo, reto al reloj, el tiempo pasa, y yo, lamentablemente, voy junto a el.

Ahora necesito saber que es eso que no me deja dormir. La voz de la chica que canta en mi habitación me inquieta tanto como me hipnotiza. Pienso si es ella lo que me está atormentando por dentro. O si ella sabe que es lo que me está jodiendo. Cuando estoy mal, pienso en mis últimos pasos, viajo hacia atrás, y busco que he hecho mal. Un trago mas. Uno mas.
Un jueves mas de Abril. Suena mi móvil y cuando no tienes amantes, tus amigos están bajo tierra y tus enemigos no piensan en avisarte de que te están buscando, es cuanto menos, extraño, que suene el móvil. Leo el mensaje, “cincuenta mil, solo hacer”. Lo leo varias veces, hacía mucho tiempo que no recibía esos mensajes. Cincuenta mil son euros y no me engaño, los necesito. El juego me esta dejando sin un duro, no paro de perder miles y miles, pienso que es una mala racha. Ya saldré. No lo se. Lo que está claro es que hay un hombre al que si no le devuelvo el dinero, me va a hacer bastante daño. Con suerte solo me matará.
No puedo esperar un golpe de suerte para recuperar ese dinero porque soy un tío con suerte….con muy mala suerte. No puedo creer como pude perder esa partida, pareja de ases no pierde.
Me he quedado atontado, mirando ese mensaje. “Solo hacer”, pienso. Solo hacer. Cuando esta gente dice solo hacer, es que es algo serio y lo quieren hacer ya. Solo hacer es una forma en clave de decirme, que no hay que esconder nada. Solo ir, dar y marcharse. El procedimiento es el de siempre, yo solo tengo que contestar, “donde y cuando” o no contestar. Necesito ese dinero. Necesito ese maldito dinero. Me repito una y otra vez, necesito ese puto dinero. La chica sigue cantando en mi habitación. La vida no es tan sencilla como que las cosas pasan, a veces, sin que nos demos cuenta, antes de que suceda algo, ya te lo están diciendo, pero no puedes darte cuenta. Somos muy estupidos y cuando dejamos de serlo, es un poco tarde para hacer locuras.
Un tiro de humo, mi mano alcanza el teléfono y escribo:
- “donde y cuando”.
Y en ese mismo momento ya no puedo echarme atrás.

Matar a alguien no es algo que me haga sentirme bien, pero por lo menos da sentido a algo, que mi vida esta vacía. Soy un error en esta sociedad, y así como ella me ha desahuciado, yo intento vengarme de su estupida justicia, de su supuesta felicidad, actuando así. Esto está bien, esto otro no. Las cosas no son así. Eso No tiene sentido, lo se, pero tan malo es matar a alguien como que a mi me dejen vivo. Además, necesito ese dinero. Sin amigos, con la familia lejos, con el corazón pisado por alguien nunca olvidado y una tos que no se va nunca, que mas da todo. Simplemente voy a cometer otro error más.
Me levando del suelo con mi dolor de espalda, voy a mi ducha y pienso que me van a decir, ellos, los malos en todo esto. Donde y cuando, intento que todo sea automático, cuanto menos pienses en el porque, mas tranquila estará mi cabeza. Por fin la chica de la radio se ha callado, no he escuchado nada de lo que ha dicho en la canción, pero tengo que reconocer que su voz era peligrosamente dulce. Pobre hombre, quien se enamore de ella, porque hasta el día que le diga “hemos terminado” sonara dulce. Empieza mí momento, un momento mío y para mí. Apago la radio y enciendo mi equipo de música. Un Bang and olufsen de cien mil pavos, con doce altavoces, tirados por todas partes. Busco en la torre de discos del suelo y lo encuentro. Pete Townsend entra en mi cabeza a la vez que Roger daltrey ilumina mi mirada.

“Calle Madera 25, cuarto derecha. Antes del viernes.” Ese escueto mensaje, será un macabro epitafio para alguien. Una muerte por 35 céntimos de mensaje.
Antes todo era planeado. Estudiaba los movimientos de la victima, su hora de entrada, su complexión, por donde saldría corriendo o como tenia que hacerlo para no dejar huellas. Ahora, todo me da igual, puedo abrir cualquier puerta de cualquier casa, haciendo menos ruido que un puto gato.
Puedo entrar a esa hora en que todo el mundo debería estar durmiendo, las tres cuarenta y cuatro de la mañana. Soy un romántico de la miseria, durante tres noches, desperté totalmente empapado en sudor a esa misma hora, miraba el despertador, las 3:44, me desperté de tres sueños en los que una pistola disparaba sobre mi pecho. Supongo que algo malo me pasara algún día a esa hora, y yo…desafió al destino actuando a esa hora. Nunca duermo antes de las tres cuarenta y cuatro. No quiero morir dormido, quiero ver a la muerte con mis ojos.
Es curioso, parece que en el fondo quiero que algo salga mal. Para que todo esto termine. Al cruzar por la calle con la policía, les miras como queriendo decirles, “va chicos, cogedme, soy yo, no lo veis? Cogedme! O seguiré actuando”. No se enteran de una mierda. Nunca me dicen nada, se entretienen quitando hash a los chavales del barrio.
Jueves, Tres de la mañana. La plaza esta totalmente en silencio, los mendigos parece que duermen. Yo me fumo un cigarro. Pienso, veo en mi mente, lo hago sencillo. Abres la puerta, vas a la cama y un certero golpe en la cabeza. Miras durante unos minutos, nada se mueve, te vas. Si la gente del mensaje no dijo nada raro, he de encontrarme a un tipo durmiendo, y he de pensar que muy buena gente no ha de ser, si no no estaría en esta situación.
Jueves, 3:30 a.m., tiro mi cigarro, lo piso. Respiro profundo. Me dirijo hacia la casa, miro hacia atrás, nadie en la calle. Nadie por ninguna parte. Abro el portal. Puedo abrir cualquier puerta. Es una de esas cualidades que de poco sirven en la vida. Como hacer el pino puente o ser capaz de apagar las velas con la yema de mi dedo índice.

Antes de subir, hago algo extraño. Miro los buzones, nunca lo hago y no se porque esta vez he tenido curiosidad. Miro, busco y leo:
4º D “Sheila Down”.
Subo las escaleras sin encender la luz. A mi ritmo, llego al cuarto. Paro delante de la puerta. El ruido de un viejo aire acondicionado no me deja escuchar más allá. Eso me inquieta un poco. En mis vaqueros, una pequeña pero contundente barra de acero y un viejo machete. Debería ser suficiente. Entro en el apartamento. Algo no va bien. La puerta del baño deja salir una luz y puedo escuchar el agua de la ducha caer. Por un espejo veo que nadie duerme en la cama del pequeño apartamento. Con la barra en la mano, ando tranquilo hacia el baño. Sobre la mesa, fotos de gente, extraña gente intercambiándose mercancías. Ropa interior de mujer en el suelo. Un pequeño camisón negro en la cama. No pensé que fuese una chica mi victima. Sigo acercándome a la ducha, sigiloso, miro por el pequeño hueco de la puerta, solo necesito saber si la chica esta de espaldas a mi. Eso será suficiente. Si no es así. Me iré, y volveré otro día. Ella canta. El baño lleno de vapor del agua caliente. Canta realmente bien. Pero no puedo pensar.
No tengo que pensar. Ya no es el momento de atormentarme más. Cambio su voz por la guitarra de Townsend. Entro rápido, con violencia golpeo su cabeza, dos veces. Con tanta fuerza que rompo los cristales de su ducha. La chica, cae al suelo. El agua ensangrentada. Su voz sigue sonando en mi cabeza. No soy capaz de sacar su voz de mi cabeza. El agua cae sobre mí, la chica en el suelo, no se mueve. Respiro muy profundo. Mi corazón bombea con fuerza. Me cuesta respirar. No soy nadie, y sigo sin serlo. Cierro el grifo del agua con mis guantes, viejos, empapados. Cubro a la joven y bella chica con una toalla. Mi mirada se pierde, en lo que se empezaba a terminar. Cojo las misteriosas fotos. Me marcho. Vacío.
Voy a la vieja plaza de la estación. Junto a los mendigos. Uno de ellos me mira, se asusta como si en mis ojos viese mi macabro acto. No dice nada. Cojo unos cartones, duermo allí por una hora. Una vez se ha secado mi ropa sigo mi camino. Esos paseos por el viejo Madrid. Sin nada que pensar. Con la voz de la chica, cantando en francés… dentro de mi cabeza. Ella no era nadie, yo no soy nadie. Ya esta hecho. Ella cantaba no me dejes, no me dejes…hasta después de mi muerte. Para cubrir tu cuerpo. De oro y de luz. Todo terminó. No me dejes. No voy a llorar más.
Llego a casa. Dejo las fotos sobre mi cama. Me siento, enciendo un cigarro. Silencio al silencio de mi habitación con mi vieja radio. Esa voz. En la radio, es ella. Es la voz de la chica del baño. Me vuelvo a decir, nunca mas Jorge, termina con todo esto. Mis manos mataron su voz y su voz, dio vida a mis manos. Todo se puede cambiar. Ya queda poco. Sábado noche, un mensaje, “nos vemos en el concierto de la señorita Blanco”. Allí, me entregarán el dinero. Lo cogeré, sin preguntas, tomare una copa. Me marcharé.
Sábado. Tomo una ducha caliente, siempre tienes miedo de que sea tu puerta la que se abre, y tu cuerpo el que vaya al suelo. Pero si tiene que pasar, va a pasar. Meto en mi maleta un poco de ropa, un poco de música, preparo esa sucia maleta. Recogeré ese dinero y me iré al aeropuerto. Un billete a Buenos aires. Ese es el sitio donde quiero empezar mi vida. O terminarla. No lo se. Todo se puede cambiar. Todo se puede cambiar. Solo dos días, todo habrá cambiado. No más llamadas. No mas guantes negros, ni baños de rojo, no mas cerraduras de madrugada.

Salgo del local, un coche, negro frente a mi, a escasos metros, un arma, dos disparos en mi pecho.
3:44 a.m. abro los ojos.
3:44 a.m. Cierro los ojos.
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Common People
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